Premio Nobel de Literatura
2016
El cantante y compositor
estadounidense Robert Allen Zimmerman, mejor conocido como Bob Dylan, ha sido
galardonado con el Premio Nobel de Literatura.
La Academia Sueca otorga el galardón al músico "por
haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición americana
de la canción".
El anuncio fue una sorpresa
porque aunque Dylan, de 75 años, suele ser mencionado como un aspirante al
premio, su trabajo no se ajusta a los cánones literarios tradicionales de
novelas, poesía y cuentos que el Nobel ha reconocido tradicionalmente.
El Premio Nobel de
Literatura, uno de los galardones más prestigiosos y financieramente generosos
del mundo, incluye la suma de 8 millones de coronas suecas (alrededor de
930.000 dólares). El premio se le concede a la carrera del escritor en vez de
reconocer un solo libro como pasa en otros casos.
Junto a este prestigioso premio se unen otros dos. El PremioPríncipe de Asturias de las Artes 2007, en aquella ocasión el jurado
afirmó “Dylan ha conjugado la canción y la poesía en una obra que crea
escuela y determina la educación sentimental de muchos millones de personas” y “ha
sido un reflejo del espíritu de una época que busca las respuestas en el viento",
”Es un mito viviente", y "faro de una generación que tuvo el sueño de
cambiar el mundo". Y El Premio Pulitzerrecibido en Abril de 2008, otorgado por la Universidad de Columbia, los periódicos Washington
Post y New York Times y la agencia Reuters, por su profundo impacto en la música y la cultura
popular americana, gracias al poder poético de sus composiciones. Se
convirtió en el primer músico de rock que recibía este premio.
Compositor, músico, escritor y poeta, cambió como nadie el concepto de canción popular en el
siglo XX, añadiendo una particular dimensión poética a la música cantada. Y tan
importante como ese determinante hecho : su influencia, reconocida por los
Beatles, los Rolling Stones, Bruce Springsteen y cualquier icono del rock y el
pop que venga a la cabeza, no ha hecho más que crecer a medida que ha pasado el
tiempo. Además de profeta de la insurgencia juvenil de finales de los
sesenta.
Todo comenzó a principios de los años sesenta, cuando un
Dylan chaval abandonó su pueblo de Minnesota para trasladarse a Nueva York con
el fin de dedicarse a la música y conocer en persona a su ídolo musical Woody Guthrie. Provisto de una gorra y una guitarra acústica, recaló en Greenwich
Village, el bohemio barrio de Manhattan poblado de cafés y clubes donde conoció
ya la palabra afilada de los combatientes cantautores Pete Seeger, Ramblin'
Jack Elliott o Dave Van Ronk. Componía a partir del contacto con ellos pero
también de la poesía de los surrealistas franceses, especialmente de Arthur Rimbaud, y devorando la prensa diaria, que le daba combustible para esas
primeras canciones que cambiaron la cara del folk norteamericano y le dieron un
carácter contestatario sin renunciar al aspecto poético.
Blowin’ in the wind
Fueron en esos primeros
sesenta, en su tránsito diario de trovador por Greenwich Village, cuando
conoció a los poetas beat. Aquello determinó aún más su visión literaria, a la que
impregnó de una fuerza contracultural más incisiva, repleta de instinto y mordiente.
Dylan se relacionaba con ellos, se
fijaba en ellos, pero ellos veían en él al portavoz generacional, sorprendiéndose
de su capacidad de captar la agitación, la desorientación, los desamparos y los
ideales de aquellos convulsos sesenta. Con sus más de seis minutos de canción,
rompiendo en 1965 el molde de single y reventando el concepto de radio comercial, Like a
Rolling Stone conquistó el territorio de la ruptura generacional de los
sesenta, más que cualquier novela, obra de teatro o película.
El liderazgo social de Bob Dylan en los sesenta no tenía parangón. Composiciones como Blowin’in the wind, Masters of War, The Times They Are a Changing, A Hard Rain'sa-Gonna Fall, Mr Tambourine Man o Chimes of Freedom llegaron al corazón de la generación de los sesenta, donde se fraguó la contracultura.
Mr Tambourine Man
“Venid senadores, congresistas, por favor oíd la llamada, y no os quedéis en el umbral, no bloqueéis la entrada, porque resultará herido el que se oponga, fuera hay una batalla furibunda, pronto golpeará vuestras ventanas y crujirán vuestros muros, porque los tiempos están cambiando”, cantaba en 1964 con su voz nasal en The Times They Are a Changing, anticipándose al revuelo social y político de Norteamérica.
Gracias a The times they are a-changin o Blowin'
in the wind, se había convertido en profeta de la insurgencia juvenil, un
movimiento generacional que estallaría en 1968
en Praga, París o México DF. Para entonces, cierto, Dylan ya había renunciado
simbólicamente a cualquier papel de portavoz o guía espiritual. Refugiado en
una casa de Woodstock, en la zona montañosa de Nueva York, ignoraba al mundo
hippy y cuidaba de su familia.
Se pueden entender sus
últimos 40 años como un constante intento de escapar de aquel personaje de gurú generacional. Aparte
de su retirada del politiqueo contracultural, se atragantaron inicialmente
decisiones como la aproximación a la música vaquera (Nashville skyline, 1969)
o al gospel, que comenzó con Slow train coming (1979). Sus
vaivenes religiosos, de la recuperación del judaísmo familiar a la integración
en una secta fundamentalista, no le impidieron actuar ante Juan Pablo II.
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